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Wednesday, 23 March 2022 17:36

Ucrania y la nueva Doctrina Truman

En marzo de 1947, el presidente estadounidense Harry Truman pronunció el discurso que sentó las bases de la política de contención anticomunista característica de la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría. Desde entonces, Washington se asumió como el defensor del “mundo libre” en lucha contra los regímenes izquierdistas totalitarios encarnados por la extinta Unión Soviética. Hoy día, Joe Biden parece estar dispuesto a lanzar una nueva cruzada estadounidense en favor de la libertad y la democracia, valores occidentales amenazados por el ascenso de lo que él llama “las autocracias”. Como el lector informado recordará, a comienzos de este año el mandatario estadounidense mencionó a Rusia y a China como dos autocracias controladas por individuos ambiciosos que imponen su voluntad a las grandes mayorías, tras acusar al ex presidente Trump de distorsionar los valores políticos de Estados Unidos al instigar el “asalto al Capitolio” ocurrido a comienzos de 2020.

En aquella alocución, Biden señaló que Estados Unidos está viviendo un punto de inflexión en su historia al asistir a una lucha entre la democracia y la autocracia, tanto dentro del país como hacia el exterior. Biden rechazó a los individuos que aspiran a ser dictadores, a los cuales exhortó a enfrentarles con determinación, ya sea que se trate de Donald Trump o Vladimir Putin. Un mes después de pronunciado dicho discurso, la invasión de Rusia a Ucrania—completamente condenable, pues representa un abuso por parte de una potencia en contra de un país libre—está brindando a Biden la oportunidad de erigirse en el nuevo paladín de la libertad y la democracia en el mundo: Además de permitirle mejorar su deteriorada imagen ante el electorado estadounidense y sanar las heridas abiertas por la administración Trump entre los aliados europeos de Estados Unidos, Biden está utilizando el conflicto ruso-ucraniano para trazar nuevas líneas divisorias en el mundo, ya no entre el capitalismo y el comunismo como ocurrió durante la Guerra Fría, sino esta vez entre la democracia y las autocracias.

Por ello, 2022 podría representar el comienzo de una nueva orientación en la política exterior estadounidense, dejando atrás la “lucha contra el terrorismo” impulsada desde 2001, contienda tan polémica y ambigua que podría ser eclipsada por una rivalidad donde los enemigos de Estados Unidos vuelven a tener un nombre y personalidad concretos. Habrá que ver si los recursos presupuestales de Estados Unidos en el siglo XXI son suficientes para apuntalar un nuevo liderazgo estadounidense para Occidente cuando la situación de Washington ya no es la misma que ostentaba tras el fin de la II Guerra Mundial, pues ha quedado claro que su economía no es tan fuerte como antes y que su superioridad militar no es suficiente para alcanzar la victoria en conflictos focalizados como el de Afganistán, ya no digamos en campañas que impliquen un despliegue sostenido de fuerzas por todo el planeta.

Además, está por verse si Washington podrá hacer frente a la dupla Moscú-Beijing que ha apostado por la construcción de un orden multipolar para el mundo del siglo XXI, especialmente si consideramos que tanto Rusia como China poseen arsenales nucleares cuya utilización podría también provocar la extinción de Estados Unidos, justo como en la carrera armamentística entre estadounidenses y soviéticos que definió a la Guerra Fría. En este escenario, resulta inquietante que Washington agregue tensión a un mundo ya plagado de distintas dificultades más aún cuando la actual retórica de Biden podría suponer un enfrentamiento directo con dos potencias nucleares muy poco dispuestas a recibir ordenes o lecciones por parte de Estados Unidos, más cuando el presidente Biden acaba de apremiar a China para que defina el bando que habrá de elegir en la guerra entre Rusia y Ucrania, la cual bien podría constituir el primer gran episodio de esta nueva confrontación global anunciada por Washington.

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Thursday, 17 March 2022 16:19

El conflicto entre Rusia y Ucrania

El conflicto entre Rusia y Ucrania es una de las prioridades en la agenda de la Unión Europea (UE) toda vez que atenta contra la paz y la seguridad de Europa. Como dato histórico hay que recordar que después de la Segunda Guerra Mundial se crearon instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) entre otros, con el fin de mantener la paz y la seguridad internacionales.

El mundo se dividió en dos bloques: el bloque capitalista liderado por los Estados Unidos y Europa Occidental y el bloque socialista liderado por la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Europa del Este. Europa había evitado los conflictos bélicos de gran escala por más de 75 años. Sin embargo, desde la disolución de URSS entre marzo de 1990 y diciembre de 1991 los problemas en la región no han cesado. El conflicto entre Rusia y Ucrania no es nuevo, ya que con el objetivo de dar fin a la guerra de Donbás en el este de Ucrania, originada en 2013 se firmaron los acuerdos de Minsk por representantes de Ucrania, Rusia, la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL).

El primer tratado fue negociado bajo el auspicio de la OSCE. Por desgracia el alto al fuego fracasó y fue por lo que se firmó el acuerdo Minsk II con la mediación de Francia y Alemania y la ratificación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En el Minsk II se estipuló la concesión de un estatus especial a la RPD y a la RPL, así como la retirada de las tropas y del armamento ruso.

El problema de los acuerdos de Minsk es que ni Rusia ni Ucrania los han respetado, ya que ambos países violaron el alto al fuego y se tuvo que redactar un memorándum para la implementación del pacto que incluía una zona desmilitarizada. Cada país interpreta Minsk II a su manera, lo que dificulta su correcta implementación.

Ahora bien, en el 2014 Rusia se anexó a Crimea y apoyó a las milicias separatistas de la RPD y de la RPL que reconoció como repúblicas independientes a finales de febrero de 2022. La situación es complicada ya que Rusia argumenta que no invade Ucrania, sino que va al auxilio de la RPD y de la RPL, que Ucrania no respetó los acuerdos de Minsk y que la OTAN rompió la garantía que le otorgaron en 1990 de no expandirse hacia el este. Ucrania por su parte señala lo contrario. Los miembros de la OTAN y de la UE manifiestan que las sanciones impuestas a Rusia son por socavar la integridad territorial, la soberanía y la independencia de Ucrania. Mientras el conflicto continue, los miembros de la OTAN solo le brindarán apoyo económico y militar a Ucrania para evitar que se desencadene una innecesaria tercera guerra mundial.

El escenario más viable para dar fin al conflicto podría ser el reconocimiento de Crimea como territorio ruso, la desmilitarización de Ucrania y de los países que tengan frontera con Rusia. Este conflicto ha demostrado dos cosas: la recuperación económica tras la pandemia de COVID-19 ha fracasado y la lucha contra el cambio climático también. Así las cosas, se puede decir que en un mundo globalizado e interconectado debe prevalecer la solidaridad, el respeto al Estado de derecho y a la seguridad de los Estados soberanos.

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Tradicionalmente, México ha sido objeto de diversas intervenciones extranjeras que han alterado su integridad territorial, socavado su soberanía y su Estado de Derecho. La historia de la República Mexicana sistemáticamente se ha caracterizado por la pérdida de territorios. Esto se explica por la posición geoestratégica que el país ha presentado incluso desde que era colonia española. Así, Centroamérica, Texas, los espacios del septentrión, la Mesilla, la Isla de Clipperton y casi El Chamizal han sido pérdidas geográficas de recursos marinos y terrestres. Las intervenciones se dieron, principalmente, por parte de Austria, España, Estados Unidos y Francia quienes siempre vieron un espacio estratégico en la posición física de México en el mundo.

Debido a toda esta experiencia traumática en cuanto a su soberanía territorial, la política exterior se ha construido basada en la lucha por la sobrevivencia y defensa del Estado Mexicano. El destino geográfico de México le hizo vivir y convivir al sur de la potencia mundial. Esa característica geopolítica determinó que la política exterior aunque se practique en otras latitudes a través de la diversificación, siempre debe de tomar en cuenta la relación con Estados Unidos. En este sentido, México se ha pronunciado en los foros y conflictos internacionales con base en los principios de política exterior enmarcados en el Artículo 89, Fracción X de la Constitución Política. Estos principios son la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el desarrollo, el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales. Estos principios fueron elevados a rango constitucional en la década de 1980 y son los que guían el actuar de México en la escala global.

Con esto en mente, México se ha pronunciado por la defensa de la paz y la seguridad enarbolada por la tradición de las Naciones Unidas. En esos foros, recientemente, México se pronunció en contra de las intervenciones en Afganistán, Irak, Siria y ahora en Ucrania. Como muchos otros países, México hizo un llamado a la solución pacífica de las controversias. En las acciones, posiciones y decisiones que México toma más allá de sus fronteras siempre ha prevalecido el respeto al Derecho Internacional. Pero, también el país debe tomar en cuenta su relación exterior más importante que es con Estados Unidos, pues en ella hay muchos temas que sostienen la agenda como diplomacia, economía, comercio, derecho, seguridad, medio ambiente, educación, cultura, migración, entre otros.
El conflicto ruso-ucraniano no es nuevo, sino que su antecedente cercano es la anexión de Crimea en 2014 y la independencia de las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk. La posición de México respecto a la invasión de Rusia a Ucrania de febrero de 2022 se ha mantenido con una condena a la intervención armada y al no envío de armas a ningún país, ya que México es una nación pacifista. Sin embargo, en el pasado, por ejemplo Lázaro Cárdenas envió cargamentos de armas para apoyar a los republicanos en la Guerra Civil Española (1936-1939) y en el periodo de Manuel Ávila Camacho durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (Escuadrón 201) fue enviada a la contienda del Pacífico. También, la postura de México será puesta a prueba para ver si otorga asilo a refugiados rusos y ucranianos, como lo practicó en casos como la misma guerra civil en España, las dictaduras en América Latina, la crisis centroamericana de la década de 1980 o las guerras de Siria y Afganistán. Esto es debido a que ciudadanos de Rusia y Ucrania han intentado cruzar la frontera México-Estados Unidos derivado del conflicto.

En cuanto a la posición mexicana en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre la crisis ucraniana y a la invasión por parte de la Federación de Rusia, México está comprometido con el cumplimiento de las convenciones ligadas al desarme y hace votos por una salida pacífica al conflicto. En este tenor, el país se opone categóricamente al empleo de armas biológicas por cualquier actor y bajo cualquier circunstancia, así como a cualquier ataque contra las instalaciones médicas, científicas o asistenciales en Ucrania. También, México hizo un llamado urgente al cese al fuego y mientras éste se logra que haya una pausa humanitaria para garantizar la protección a la población civil y acceso a ayuda para quien la necesite.

En este contexto, México es signatario de los Convenios de Ginebra de 1949 y de sus protocolos adicionales. En caso de conflictos armados, México comparte con otros países el compromiso de la defensa y promoción del Derecho Internacional Humanitario (DIH) impulsado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Aún en las confrontaciones más ásperas y crueles existen derechos que deben de prevalecer que se basan en los principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia y universalidad. Aunque la sociedad internacional se enfrenta a nuevos retos en materia de conflictos armados, con nuevas tecnologías y operaciones digitalizadas, los principios humanitarios siguen siendo los mismos.

En la emergencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, la posición de México es también la protección de los connacionales que están en territorio del conflicto bélico. Por esa razón, el gobierno mexicano tomó medidas y en constante comunicación con las embajadas en Ucrania y en Rumania envió dos aviones de la Fuerza Aérea Mexicana para repatriar a desplazados por el teatro de esa guerra y envió apoyo humanitario. Así, las aeronaves enviadas a Rumania trasladaron a la mayor cantidad de personas de origen nacional e incluso apoyó con el transporte de ciudadanos de países hermanos de América Latina. Estas acciones reflejan el cumplimiento de una de las máximas prioridades de la política exterior de México que es la defensa de los intereses de los connacionales en el extranjero a través de la protección consular.

En este sentido, México que forma parte del bloque latinoamericano ha buscado la creación de un corredor humanitario junto a Perú, Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Uruguay, además de Centroamérica y el Caribe. Estos países han pedido ayuda a la ONU para evacuar a sus ciudadanos de la zona de conflicto, como ya lo están haciendo, actuando en solidaridad con la región del cono sur para formular una respuesta conjunta para acelerar las gestiones consulares. Con estas acciones, México está poniendo en práctica los principios de su política exterior sobre el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

Sin embargo, como bien se sabe, en las relaciones internacionales todo está conectado. Directa o indirectamente, el conflicto bélico afecta a todo el mundo y México está empezando a sentir la onda expansiva en los precios del petróleo, en el alza de la gasolina, el gas, la inflación y en la fluctuación del peso. Por ejemplo, el petróleo Brent ha alcanzado más de 123 dólares por barril. Pues, Rusia al ser un país petrolero y al sufrir sanciones económicas por la guerra invariablemente afecta a la economía internacional. Con estas consecuencias, el sector agrícola y de los alimentos también podría sufrir un impacto en el alza de precios. Rusia y Ucrania son productores de trigo y maíz en más de 20% a escala global y eso afecta el mercado agrícola incluyendo el de los fertilizantes de los cuales México en un importador.

En el contexto actual, México debe ser prudente en cuanto a su política exterior respecto al conflicto, pues aunque condene la guerra y la intervención, también mantiene relaciones diplomáticas, políticas y económicas con los dos bandos de la guerra. Por ejemplo, en 2020 Rusia ocupó el lugar 35 en cuanto a socios comerciales de México y fue el primero entre los países de Europa Central y Oriental con un comercio bilateral de 1,291.8 millones de dólares. En el mismo año, las importaciones mexicanas de Rusia fueron de 870.4 millones de dólares, un cifra 33% menor que la de 2019. En cuanto a las Relaciones de México con Ucrania, éstas se caracterizan porque México es su segundo socio comercial más importante en América Latina y el Caribe. En 2020, el comercio entre los dos países se ubicó en 291.3 millones de dólares. Con todo, más allá de las relaciones comerciales, como país del sur global, México ha llamado al diálogo y la concertación entre los pueblos apoyado por los instrumentos del Derecho Internacional de donde también han emanado los principios que siempre ha defendido en el concierto regional y global.

Finalmente, siguiendo la vocación pacifista de México, el aparato de política exterior del país puede actuar en un bloque que defienda los intereses de los países latinoamericanos. En este sentido, el interlocutor podría ser la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que es un mecanismo vigente que ha cooperado con Europa y Asia. La CELAC podría ser una sola voz en los organismos internacionales como la ONU, para dar una salida al conflicto e incluso fungir como mediadora, como lo hizo el Grupo Contadora que es su antecedente o el Grupo de los 6 (G-6) en materia de desarme de la década de 1980. América Latina ha sido cuna de varios Premios Nobel de la Paz. Con ese respaldo de vocación pacifista, México podría fungir como líder en la solución de los conflictos internacionales como el de Rusia-Ucrania, ya que el país mantiene buenas relaciones con ambas naciones. Con estas recomendaciones, México debería continuar con el proyecto de actor con responsabilidad global y ser una verdadera potencia media como lo demandan los tiempos inciertos que corren en el escenario internacional.

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